lunes, 4 de septiembre de 2017


Entré en estado de prosa cuando me dejaron de latir los versos, enchufado como estoy a un aparato de respiración artificial que mantiene mis constantes vitales en estado de alerta. No me intuben el suero de unos versos ñoños para convencerme, la cicuta mata más rápido a las musas y se evitan el hastío de los renglones torcidos. Prefiero regar el pequeño laurel del patio trasero y respirar el aroma a libertad de la constancia que impregna sus verdes hojas. La lira eléctrica está de moda es cierto, tan de moda como estuvo en su tiempo la lengua de los rolling stones que siguen subiendo al escenario con pañales para adulto e incontinencia marcando paquete sobre el escenario. Me falta endecasílabo y arte mayor para caer vertiginosamente en las tentaciones sociales, y el faro alejandrino sigue brillando en el horizonte para guiar a buen puerto a los marineros tenaces alejados de los cantos de sirena de la impostura. Debería marcar distancia con la revolución democrática de la guillotina virtual y sus falsos héroes, pero cuando pienso en el esfuerzo de construir calzadas romanas de catorce endecasílabos con rima consonante repartidos en dos cuartetos y dos tercetos, me caen décimas de sudor sobre la frente agostada por la falta de vocabulario. Las autopistas actuales son de cómodo alquitrán, el viaje a ninguna parte más rápido y hay que pagar pocos peajes hasta llegar a la corrala donde el vulgo instalado cómodamente en sillas de tres patas   espera con el aplauso en sus bolsillos raídos. Imaginad el esfuerzo empleado innecesariamente en dar a las gallinas otro alimento que no sea su pienso habitual, siendo su naturaleza de vuelo corto es vano el empeño en fortalecer sus alas no habituadas a las alturas del cielo claro.      

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