miércoles, 9 de enero de 2013

SCATTERGORIES.


  

Hoy llueve acero sobre un suelo de cristal

y el viento llora encolerizado entre la espesura

quebradiza de la cotidianidad engañosa

de tantas cosas que nunca fuimos,

que nunca llegaremos a ser,

que nunca alcanzaremos con los dedos amputados.

Hoy los cristales están tan sucios

que no alcanza a distinguirse la pereza persistente

del asfalto acongojado por aceras

de viandantes fantasmáticos.

 

Hoy que nada es real, es cuando todo comienza

a cobrar sentido, y el absurdo es un amor

que se despide aburrido por la lógica del día a día

de unas sábanas desgarradas.

Creo recordar la sombra desdibujada de mil anatemas

y restos del banquete de la razón esparcidos entre vidrios

de otros tantos brindis al sol.

 

Pero hoy amanece nublado

 y una niebla persistente

atenaza el futuro, lo estrangula

con el nudo corredizo de una corbata

 de diseño a juego con la cartera personal

y hereditaria de los señores feudales

de la miseria y desdicha.

Es la hora de los enanos,

 la hora siniestra de los bufones

que borraron la sonrisa existencial

y el derecho a la existencia.

Creo recordar el cadáver de la libertad

bailando una danza macabra

entre dos leones y miles de hienas

 jugando al Scattergories con su cadáver.

viernes, 4 de enero de 2013

MENOS ES MÁS


¿Qué es todo, cuándo todo cabe en tu corazón?

¿Qué es nada, cuando nada lo significa todo?

Trotamundos errante en el tío vivo de la vida.

En ocasiones jinete  eventual de las circunstancias

de cualquier caballito de cartón.

A veces autoestopista sin sentido de la orientación,

perdido en el bullicio que se forma en el giro

interminable, aturdido por la sonoridad del sinsentido urbano.

 
Prefiero tomarme un descanso antes de seguir

haciendo senderismo por los titulares mediáticos

o esquelas inacabadas con fecha de caducidad.

Tal vez cobijarme bajo las ramas eremitas

de la espiritualidad, allí donde no llega la abrasión

producida por las rebajas de enero en cualquier lugar

del calendario establecido por el Corte Inglés de turno.

 
Debe ser que hace tiempo cayó de mis manos adormecidas

la bolsa biodegradable y ecologista cargada con las frustraciones

del consumismo social, y me encontré con las manos llenas:

 

De sentimientos para compartir.

De abrazos para regalar.

De palabras para consolar.

De intenciones.

De lágrimas que enjugar con las yemas de los dedos.

O poemas por escribir.

 
 Y es en ese preciso instante cuando comprendo

que nada lo significa todo, y la totalidad de todo

se reduce a una inmensa nada artificial creada

por cualquier moda destinada a vaciarnos los bolsillos

ocupando un lugar prescindible en los estantes del alma.


¿Me estaré volviendo por fin más sabio,

o sencillamente más humano?

Tal vez la verdadera riqueza está tan escondida

entre tantas etiquetas rebajadas de precio

que resulta imposible de encontrar con los ojos abiertos,

y el corazón cerrado. Los bolsillos cargados

son un lastre que nos hunde en la marisma.

Cadáveres con los ojos abiertos flotando

en los pasillos de cualquier centro comercial

rodeado a su vez por los vivos que perdieron

incluso la oportunidad de vivir:

 

Unos seres molestos que recuerdan

que existe la conciencia con las manos

extendidas hacia la muerte que pulula

cargada con bolsas y más bolsas repletas

de superficialidad.